Jueves, 23 de mayo de 2019

SecularismoEs un hecho constatado que a pesar de vivir en una sociedad tecnológica, cientificista y materialista, que tiende a expulsar toda referencia religiosa, resulta imposible eliminar del todo la inquietud del hombre y su búsqueda de lo trascendente. Ante esta realidad insoslayable cabe preguntarnos, ¿hacia dónde nos encaminamos?

Los datos son muy contradictorios. Mientras que en Occidente es evidente el declinar de la práctica religiosa, incluidas las comunidades musulmanas que habitan Europa y el continente americano, en los países de mayoría musulmana la práctica religiosa parece haber alcanzado los niveles más altos de su historia. De «indigestión de religión» calificaba este fenómeno el prestigioso jurista Yadh Ben Achour en una entrevista del diario La Presse del 31 de agosto de 2012. Sobre este asunto sorprende el diagnóstico de algunos analistas, como es el caso del islamólogo tunecino Abdel Majid Charfi, quien considera que tras la fachada de una adhesión religiosa formal, en realidad lo que subyace en el espacio islámico es una secularización rampante (Révolution, modernité, Islam. Sud Éditions, Tunis 2012).

Creo que tanto cristianos como musulmanes deberían preguntarse seriamente sobre este asunto. Hemos de ser capaces de proponer una hipótesis adecuada a las circunstancias sobre el llamado proceso de secularización, que en realidad presenta diferencias notables entre las distintas naciones y regiones del planeta. Deberíamos rechazar las categorías procedentes del relato adoptado por la modernidad. Las personas religiosas deberíamos tener claro si somos antimodernos o posmodernos.

El proceso de secularización es la causa primordial de la actual configuración social: estamos en una sociedad plural. Es verdad que países como Italia o España, por ejemplo, continúan registrando un porcentaje de práctica religiosa más bien elevado en relación con Francia o Alemania, que decidieron antes la separación entre Estado e Iglesia. En cualquier caso, el núcleo de la secularización actual tiene como razón profunda considerar la fe en Dios como una opción más de vida. Esto nos ha llevado a pasar de una sociedad en la que era virtualmente imposible no creer en Dios, a una en la que para el creyente más devoto esta es solo una posibilidad más. La aparición de un «humanismo exclusivo», que prescinde de los fines que trascienden el bienestar terreno de la humanidad, abre el campo a una pluralidad de opciones.

En cualquier caso, la era secular no supone la desaparición de lo religioso en la vida personal y social. No es una casualidad que las expresiones “secularización” y “secularismo” hayan sido sustituidas por la expresión «sociedad postsecular». ¿Qué puede significar en última instancia “postsecular”, sino un retorno al presecular y, por tanto, a lo “religioso”? Aquí estamos, en la vuelta a empezar.


Publicado por torresgalera @ 18:34  | Pensamiento
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