Martes, 13 de marzo de 2018

(Apunte 10)

Ciencia y feHoy nos acercamos al hecho religioso libres de prejuicios. Pero he de señalar que aunque nos aproximemos de manera abierta a la religión y al hecho religioso, admitiendo su propia especificidad, es menester preguntarnos también por la verdad que encierra este hecho, pues esa verdad constituye la esencia misma de eso que llamamos creencia religiosa y a la cual accedemos mediante la fe. ¿Se puede acaso afirmar que este acceso es legítimo?, ¿o deberíamos afirmar que sencillamente se opone a la razón?

Antes que nada voy a tratar de definir qué entendemos por fe. En primer lugar diré que la fe puede definirse como «el asentimiento de la inteligencia». Esto significa que todo conocimiento implica un acto de aceptación o asentimiento por parte de la inteligencia. Cada vez que adquirimos un conocimiento la inteligencia se apropia de aquello que da por válido, por ejemplo, que 3 + 2=5; que Madrid es la capital de España; o que todo organismo vivo se compone de células.

También hemos comprobado que existen algunos conocimientos que la inteligencia no puede aceptar, sino es a través de la voluntad; se trata de conocimientos que no nos resultan evidentes. Esto afecta a un buen número de enunciados que reconocemos como verdaderos, pero que en realidad yo no los entiendo. Un ejemplo de esto sería un enunciado científico en un campo que desconozco; o un hecho histórico del que no he participado como testigo, incluida la fecha de mi nacimiento… Por tanto, estoy refiriéndome a todo conocimiento al que asiento apoyándome en lo que afirman otras personas, ya sea mi profesor de geografía, mi madre o el médico que me diagnostica.

Para concluir, diré que el asentimiento no tiene porque ser irracional ni debe ser arbitrario, todo lo contrario, es perfectamente racional fiarse de quien sabe más que uno.

Hasta aquí nos movemos fuera del ámbito propio de la religión. Esto cambia cuando quien propone el enunciado es alguien a quien se le reconoce autoridad religiosa –un adivino, un mago, un sacerdote, un profeta, etc. –, entonces la fe es una fe religiosa o una creencia religiosa. Ahora bien el procedimiento es el mismo.

Dado el carácter del lenguaje altamente simbólico en muchas religiones (difuso o ambiguo, con una lógica específica, distinta de la matemática), el creyente puede vivir su fe sin cuestionarla o pensarla en categorías racionales. Pero por lo mismo, también puede buscar comprender su lógica interna, su racionalidad, etc. (la filosofía de la religión, la fenomenología y la misma teología son precisamente esfuerzos animados por este propósito).

En resumen, cuando hablamos de fe religiosa no hay que perder de vista esta distinción: Fides quae, aquello en lo que creemos, es decir, el contenido de lo que creemos; y Fides qua, aquella fe con la que creemos, o en quién descansa la confianza con la que creemos.


Publicado por torresgalera @ 7:00  | Pensamiento
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